El acné es una de afecciones dermatológicas más frecuentes y se observa primordialmente en la pubertad.
Esta patología afecta a la unidad pilosebácea con aumento de la producción sebo y posterior producción de comedones y proliferación bacteriana en los mismos. El origen es multifactorial estando entre ellos los factores hormonales, genéticos, medicamentos y de estrés entre otros.
El proceso se presenta de distintas formas y grados diferentes de severidad, que se manifiestan con lesiones que van desde comedones abiertos (puntos negros) o cerrados (blancos), pápulas, pústulas, nódulos y quistes o abscesos y secuelas cicatriciales.
En el tratamiento del acné existen diferentes terapias aunque muchos pacientes no responden adecuadamente al tratamiento o producen efectos secundarios no deseables. Es conocida desde la antigüedad la mejoría del proceso acneico en los meses de verano, probablemente relacionada con la exposición solar.
La utilización de la fototerapia para el acné es una herramienta adicional que tenemos para lograr combatir el acné, ya que la luz visible azul-violácea de banda estrecha (407-420 nm) actúa sobre la porfirina.
El resultado de este proceso es la eliminación de la bacteria que contribuye a la formación del desagradable acné. La bacteria es la propionobacterium acnés, que afecta a las glándulas sebáceas y que hace que se genere un exceso de grasa, que es la que obstruye el poro y está en el origen del desarrollo de los quistes, las espinillas y el mismo acné.
La aplicación de esta luz mejora significativamente las lesiones inflamatorias del acné, se puede utilizar 1 o 2 veces por semana y se requiere entre 8 sesiones a 12 sesiones de 15 minutos. Antes del tratamiento se realiza una limpieza y preparación de la piel